lunes, 31 de diciembre de 2012

TRANSITANDO: CIERRE Y COMIENZO


Transitamos hacia un nuevo año. Hoy me doy cuenta de que durante toda mi vida desde que tengo más o menos conciencia digamos “adulta” de ello, me he esforzado por vivir el fin de año como “un día más sin importancia”, como simplemente tiempo que pasa, como un día que da paso a otro sin más, como todos los días dan paso a otros días nuevos. Y, no dejando de ser verdad este pensamiento, en el día de hoy me doy cuenta de que mi visión y sobre todo mi manera de sentirlo ahora, aquí, este año, en este momento, es diferente. Y eso es bueno. Hoy es 31 de diciembre. Son más o menos las 8 de la mañana. Y aquí estoy, tomando conciencia de sentimientos que llevan interiorizándose en mi desde hace tiempo, creo. Y hoy, no es un día cualquiera para mi, es el final de un año, de una época, es un cierre. Un cierre que además siento que tengo que hacer de manera consciente. Un cierre que me sabe a liberación, a mucha liberación y que sin darme cuenta, llevo preparando desde hace semanas y semanas. Ahora se integra todo en mi conciencia.

Mi abuelo murió a principios de noviembre y justo por esos días, no sé si su marcha lo motivó o quizá ya se había gestado de alguna manera en mí, pero por esos días, empecé a sentir una fuerte necesidad de deshacerme de muchas cosas materiales. Por esos días repasé todo mi armario y me desprendí de ropas, zapatos y bolsos que llevaban años vegentando ahí sin ningún uso y sobre todo sin ningún sentido. Repasé uno por uno cada objeto de mi habitación y tiré a la basura muchos de ellos que ya no quería tener. Tiré apuntes de un montón de cursos insustanciales. Tiré todos mis apuntes de mi año de Biología. Regalé libros que ya no necesitaba. Y luego, durante las semanas siguientes, continué haciendo así con toda la casa. Limpiando, tirando, desprendiéndome. Lo maravilloso para mi ha sido la sensación de absoluta liberación que he ido sintiendo. Con cada limpieza sentía que me descargaba, no sólo de lo material en sí, sino de los vínculos absurdos que desarrollamos con las cosas, sentía que me librara de las ataduras del “y si me hace falta, y si lo necesito más adelante” o “me da pena tirarlo, fue un regalo de Pepito...”. Sentía que de alguna manera, esos esquemas mentales se estaban cayendo y que daban paso a una experiencia fabulosa como de poder vivir sin necesitar y de que la vida es un ir tomando y soltando de manera libre y liberada sin quedarse demasiado anclado a nada innecesario e insustancial, tranformándose continuamente y renovándose.

Luego comencé a sentir esa misma sensación con el dinero y empecé a darme cuenta que cuando me lo gastaba lo hacía con una alegría liberadora, como sabiendo en el fondo que no es necesario acumular, como sintiendo cierta fluidez y mucha confianza en que el dinero sale y entra de la vida y lo importante es dejar que se mueva... Este punto no es fácil de explicar pero es más o menos como lo cuento.

Y un día, decidí cortarme el pelo, me lo corté un poco... Luego me lo corté un poco más. Y dos semanas después aún más (tranquilas chicas, de momento he parado, más que nada porque ya no me queda mucho donde cortar....jajaja).

Y me he ido separando también de libros y apuntes de una oposición que cada vez siento que tiene menos cabida en mi vida... (aunque esto sigue en proceso...).

Y el caso es que estos últimos días del año y en especial hoy, me doy cuenta de que he ido realizando como una pequeña-gran catarsis en mí. Que todos estos actos de “limpieza” en lo material son expresiones de una renovación interna, una especie de derrumbe de viejos paradigmas mentales y emocionales que tienen que ver con el estancamiento, el anclarse y el apego innecesario y viciado. Que tienen que ver con el quedarse sujeto y sujeto y sujeto a todo lo que equivocadamente sentimos que nos da seguridad: objetos, hacer siempre lo mismo, pensar siempre lo mismo... Yo he sentido como un empujón intenso y rotundo, de una forma casi literal, he sentido como si, en el fondo, no pudiera hacer nada más que liberar y abandonar y separarme y despegarme... También siento que he liberado muchas otras cosas de las que no soy muy consciente y que no puedo expresar con palabras, pero que sé que se han transformado. Así que para mi el día hoy es especial, es un día de cierre, de culminación de un proceso interior y de comienzo de otros procesos nuevos. Así me lo tomo. No es casualidad que esté escribiendo esto, en el día de hoy. En este mismo momento en que escribo, me doy cuenta de que toda esta “parrafada”, me ha ayudado a ser más consciente de todo lo que he transformado y que de alguna manera necesitaba ponerlo en palabras para terminar de liberarlo. Muchas gracias por existir Blog y muchas gracias por existir chicas, compañeras de blog y de vida. Os quiero. Nos vemos en el nuevo año, con vida renovada.

Me gustaría dejaros como regalo un poema que me apasionó desde el primer momento que lo leí y que ya he compartido con vosotras alguna vez, pero quiero volver a hacerlo hoy. De Pedro Salinas.


Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.

Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
Yo te quiero, soy yo”.


domingo, 21 de octubre de 2012

TRASFORMANDONOS

Hace más de dos años que empezamos este blog. Lo hicimos como una forma de lograr que nuestras largas charlas sobre psicología, acompañadas de hamburguesas, patatas, cocacolas, sundaes de chocolate ... perdurasen en el tiempo. Creo que era uno de los mejores momentos de la semana. Poder compartir con vosotras reflexiones, dudas, teorías ... ampliar ideas, corregir otras. Me sentía viva y feliz, puede sonar cursi pero es que así era y además hoy es de esos días que recuerdas con añoranza y eso hace que las palabras suenen más cursis todavía. El caso es que hoy Miri, estas allí en Tarragona, adaptándote a una nueva vida y un nuevo trabajo, siempre acompañada de lluvias torrenciales, sintiendo la añoranza de tu vida y tu gente, pero contenta por ver el mar y tenerlo todo a mano, y tu, Vir, en Madrid luchando por encontrar tu lugar, intentando dar coherencia al caos, toreando las nauseas que nos recuerdan lo que NO queremos ser, ni vivir y yo en Murcia, convenciéndome de que el clima es genial, esforzándome por hacer las cosas como creo que deben hacerse y toreando la soledad como puedo y nose, os echo de menos, mucho.

Creo que si hoy estuviésemos juntas os diría lo siguiente:

Siempre he creído, que si quería ser una buena psicóloga o más bien una psicóloga con moral,  tenía que estudiar mucho. Dominar dos corrientes, al menos, y conocer otras tantas. Leer mucho y saber aplicar la teoría a la práctica. Ahora, resulta que leo y leo y leo y solo pienso "no me sirve" "no me sirve" "no me sirve". La realidad que veo cada día en la prisión no la se afrontar con lo que he leído o estudiado, pero lo más curioso de todo es que a la vez siento que se afrontarla sin echar mano de nada de lo que se. Es extraño. Por un lado siento que el sufrimiento que viven los internos no se puede apaciguar con nada que yo pueda decirles y eso me hace sentir mucha mucha impotencia. Pienso ¿pero para qué sirve un psicólogo? ¿pero que hago yo ahí? cada cosa que digo suena tan ridícula, poco apropiada. Pero a la vez siento que realmente no necesitan que diga nada, ni que suelte la frase de turno que aprendí en tal libro o tal curso. Solo necesitan saber que hay alguien que les escucha. Es como si al oírles les trasmitieses "existes" "mereces" "eres importante" y sólo eso importa y lo demás sólo me sirvió para el expediente. Por un lado me asusta, por otro me calma y sobre todo me sorprende.

Quería compartir con vosotras algo que escribió un interno el otro día q para mí, en el momento que estoy, fue muy importante:

"yo creo que a una persona que ha tenido tantos problemas en la vida, ya es absurdo castigarlo, creo que será hora de ayudarlo, ya que si el castigo no funciona será por algo, no digo que todos seamos iguales, sólo digo que hay personas que sólo han conocido el lado oscuro y habría que enseñarles que hay un mundo de luz, pero no con asambleas ni normas dictativas, sino buscando el problema de cada individuo e intentar implicarse personalmente en la vida y problemas que les ha llevado a ser como son, porque yo no elegí ser así (...)" 

Parece tan evidente ... tan sencillo ... pero no lo es, cada vez me doy más cuenta

He pensado que ahora que estamos separadas, mas que nunca podríamos revivir el blog y usarlo no como forma de que perduren los encuentros, sino como forma de encuentro entre las 3 y quien quiera sumarse

os quiero mucho y os echo de menos

viernes, 9 de marzo de 2012

EL NIÑO SIN NOMBRE

5 de marzo de 1973, Daly City, California. Estoy retrasado, tengo que acabar de fregar los platos a tiempo, si no, no hay desayuno; y como anoche no cené, he de comer algo. Mamá corre por la casa chillando a mis hermanos. Oigo sus pasos pesados por el pasillo dirigiéndose hacia la cocina. Vuelvo a meter las manos en el agua hirviendo de enjuagar. Demasiado tarde. Me coge con las manos fuera del agua.


¡Plaf! Mamá me pega en la cara y me tira al suelo. Sé que no debo quedarme de pie y aguantar el golpe. He aprendido, a base de cometer errores, que lo considera un desafío, lo que significa más golpes o, peor aún, quedarme sin comer. Recupero mi postura anterior y evito su mirada mientras me grita al oído.

Actúo con timidez, asintiendo a sus amenazas. “Por favor, -me digo-, déjame comer. Vuelve a pegarme, pero tengo que comer.” Otra bofetada hace que me golpee la cabeza contra el mostrador de azulejos. Lágrimas de falsa derrota me corren por la mejilla mientras sale de manera precipitada de la cocina aparentemente satisfecha consigo misma. Después de contar sus pasos para asegurarme de que se había ido, dejo escapar un suspiro de alivio. Mi actuación ha dado resultado. Mamá puede pegarme todo lo que quiera, pero no he dejado que me arrebate mi voluntad de sobrevivir.

El niño sin nombre (Dave Pelzer)



Os dejamos un fragmento del libro El niño sin nombre en el que David Pelzer narra los abusos y malos tratos sufridos por parte de su madre entre los 6 y los 12 años. Es impactante por la dureza de las descripciones además de mostrarnos la superación y la lucha por la supervivencia que puede llegar a tener una persona.

Ocho de cada 100 niños españoles sufre algún tipo de abuso, según el Centro Reina Sofía para el estudio de la Violencia. Cada año se denuncian en Estados Unidos más de 3 millones de casos de maltrato infantil. Estamos ante una problemática compleja y de dimensiones sobrecogedoras.

Sólo cabe preguntarse ¿Por qué? ¿Cuál es el origen? ¿Se puede detener?

Cada acto de maltrato infantil se proyecta hacia el futuro. Cuando se hace daño a un niño, todos padecemos las consecuencias.

lunes, 23 de enero de 2012

EL VALLE DEL OLVIDO

El valle del olvido

En el valle del olvido viven las almas perdidas,

conviven unas con otras sin saber que lo son ni porque lo son. Más que vivir dejan pasar el tiempo, o eso creen ellas, pero viven allí aún que ellas no quieran.

Las almas perdidas no son felices, son desdichadas y si les preguntas algunas que contarán muchas historias que te pondrán muy triste. las almas perdidas no quieren vivir en el valle del olvido, algunas se van y nunca vuelven, otras se van pero acaban volviendo. Cuando una selva las demás se ponen contentas y no quieren que vuelva.

Las que se quedan sueñan con el día que se puedan marchar; se pasan el día entero pensando en la vida fuera del valle y eso les hace que no estén allí.

En el valle del olvido no existe el tiempo, aunque las almas perdidas se empeñan en contarlo. Algunas envejecen incluso mueren contándolo.

Las almas perdidas se sienten muy solas y que vivan juntas las hace sentirse más solas aun. Intentan que el tiempo pase rápido y pasan los días haciendo cosas sin parar, y no por ser emprendedoras, es que no pueden estar ociosas, porque estar ociosas acrecienta su soledad.

En el valle del olvido viven también castigadores de almas perdidas, los hay que gozan castigando, pero también hay castigadores buenos, como almas perdidas buenas y malas y otras que quieren ser castigadores de almas perdidas, pero así piensan porque no quieren ser por más tiempo almas perdidas.

Se reúnen en grupos de almas perdidas buenas y malas, pero en algunas ocasiones se reúnen unas con otras y para ellas resulta más fácil ser alma perdida mala que buena.

Las almas perdidas consideran lo malo que hay en el mundo; sienten odio, tristeza, envidia y rencor y eso las hace duras. También se llevan mal unas con otras y también son muy distintas aunque tengan mucho en común. Una son bajas, otras altas, gordas o flacas, débiles o fuertes y cualquier diferencia crea problemas y ahí perjuicios como el color de la piel, la raza por la religión o porque no piensan igual.

En el valle del olvido viven las almas perdidas, conviven sin saber que lo son y por qué lo son, más que vivir dejan pasar el tiempo por eso creen ellas, pero a veces, como esta noche, me voy dando cuenta de que soy un alma perdida y que llevó tiempo viviendo en el valle del olvido y no quiero llamarlo por su nombre.

Un día de cárcel son 10 años de vida

Con mucho cariño te expresó estos sentimientos y esta historia. Espero salir algún día del valle del olvido y dejar de ser un alma perdida. Ese día será como volver a nacer y esta vez espero cambiar.

Dani

miércoles, 16 de marzo de 2011

EDMUND KEMPER

“Devoré una parte de mi tercera víctima. Le corté pedazos de carne que puse en el congelador. 24 horas después de disecarla, hice un guisado con la carne, macarrones, cebolla y queso”.



En la siguiente entrada del blog vamos a hacer un repaso sobre la vida de Edmund Kemper, asesino en serie de la década de los 70.

Edmund Kemper tiene nace el 18 de diciembre de 1948, mide más de 2 metros y pesa 160 kilos. Su Cociente Intelectual es de 140. Entre 1964 y 1973 asesinó a 10 mujeres.

Comenzaremos comentando la infancia de Ed Kemper. La mayoría de asesinos en serie objeto de estudio a lo largo de estos años provenían de familias inestables, predominando la figura del padre ausente y siendo niños desatendidos, víctimas de abusos o que han pasado por un gran número de conflictos en su infancia. Kemper fue criado por una madre que lo encierra constantemente en el sótano de su casa. Es ahí donde comienza el sueño de venganza y se entretiene con juegos en los que la mutilación y la muerte son esenciales. Siente gran admiración por su padre el cual abandonó el hogar cuando se produjo el divorcio. Su madre abusa del alcohol y sufre malos tratos por parte de su hermana mayor.

“Vivíamos en Montana, en una casa con un sótano inmenso, casi parecía un calabozo medieval. Tengo ocho años y mi imaginación funciona a todo tren. Hay un enorme horno de calefacción central (…) tengo la impresión de que en él vive el diablo. El diablo comparte mi dormitorio y habita en ese horno (…) De noche, mi madre y mis hermanas suben al primer piso, pero yo duermo en el sótano. ¿Por qué voy al infierno cuando ellas suben al cielo?”

El gato de la familia se convierte en su primera víctima. Entierra vivo al animal y le corta la cabeza, la lleva orgulloso a casa, donde la exhibe en su cuarto como un trofeo. Aquí ya podemos observar la ausencia de remordimientos, un sigo claro de la personalidad psicopática.

Es una persona que casi nunca habla, incapaz de expresar de modo normal cualquier sentimiento de afecto. Rasgos como el egocentrismo patológico, la incapacidad para el afecto y la pobreza de reacciones emocionales son criterios para detectar la psicopatía.

En la adolescencia decide huir del hogar: “a los 14 años me marché de casa. Quiero alejarme de mi madre. Sueño y fantaseo con el asesinato. Sólo pienso en eso. No consigo pensar en nada más (…). Es una mujer que me aterroriza (…) siempre domina a sus maridos…almaceno muchas frustraciones y odios”.

Al poco tiempo regresa pero decide vivir con sus abuelos paternos. A los 16 años los asesina con un rifle. Se procede a su internamiento en un hospital de alta seguridad. Después de 6 años confían a Edmund al cuidado de su madre, a pesar de la oposición de los expertos del centro.

Van pasando los años y consigue un trabajo estable. De noche perfecciona una técnica para establecer contacto con las autoestopistas, estima que cogió entre 300 y 400 mujeres en autostop. Kemper sabe tranquilizar a sus posibles víctimas que no sospechan que las somete a un cuestionario escrupuloso, pues no las elige al azar. Preparó con cuidado un listado de características físicas y morales.

Un detalle por lo menos curioso es que mientras comete los crímenes sale con la hija de un jefe de la brigada criminal, que lo invita varias veces a cenar, considerándolo un buen partido para su hija, claro ejemplo del encanto superficial y buena inteligencia característica de los psicópatas.

En el año 1972 Kemper asesina a dos autoestopistas. Él mismo describe los hechos con precisión, a continuación recogemos un fragmento de su testimonio: “Quiero estrangularla y no lo consigo. Se agita y empieza a gritar. Me siento frustrado. Tomo mi cuchillo y la apuñalo. No se muere. En las películas se supone que la gente muere en seguida. En la vida, las cosas no son así (…) ahora debo matar a la otra (…) hay sangre en todas partes y ella continua hablando, repite: no, no, no y ¿por qué, por qué? Es una locura. No siento nada, ya no formo parte de la raza humana”

“Regreso a mi apartamento con los dos cuerpos en el coche. Después de cortar las cabezas, me las llevo a mi dormitorio(…) donde juego con ellas”.

“A causa de mi madre no llego a determinarme como hombre. Mi vida sexual es inexistente y sólo puede llegar a ser aberrante”. Se ha analizado un patrón de comportamiento sexual común a los asesinos en serie. Estos individuos consideran su crimen como una especie de ritual. Tienen miedo al sexo y generalmente solo pueden tener relaciones sexuales con víctimas reducidas, desmayadas o muertas. Este patrón se va a ver reflejado en los crímenes que comete Kemper: “vivas las mujeres se muestran distantes conmigo. No comparten nada. Trato de establecer una relación, pero no la hay. Cuando las mato, sé que me pertenecen. Es la única manera que tengo que poseerlas”.

Tras uno de sus asesinatos, Ed visita a sus dos psiquiatras, que lo consideran curado. Durante su visita la cabeza de una de sus víctimas está en el maletero de su coche. El informe de los psiquiatras dice: “no hay ninguna razón psiquiátrica para considerarlo peligroso”. En esta ocasión se vuelve a poner de manifiesto la dificultad para el diagnóstico de la psicopatía, ya que estamos ante personas inteligentes, mentirosas, sin delirios ni otros signos de irracionalidad.

Finalmente, después de una década de asesinatos, Kemper mata a su madre a martillazos mientras duerme para posteriormente decapitarla y violar su cadáver. “Desde que era niño nunca dejó de gritarme y regañarme. Siempre consideré a mi madre como alguien muy impresionante, un ser casi indestructible. Tuvo una enorme influencia en mi vida. Me sorprende mucho darme cuenta de hasta qué punto es vulnerable, tan humana como mis demás víctimas (…) esto me sobrecoge un rato, y todavía me conmueve aunque su desaparición me alivie”.

La cabeza de la madre está en la repisa de la chimenea y sirve de blanco a los dardos que Kemper lanza mientras la insulta.

Sorprendentemente, es el mismo Kemper quien llama a sus amigos policías para entregarse, pero nadie le cree, hasta que consigue convencer a uno de los policías y le detienen.



John Douglas, jefe del Dpto de análisis criminal del FBI, ha concertado una cita con Kemper en prisión. Tras 4 horas de conversación, el agente da por terminado el encuentro y presiona el botón para avisar al guardia de seguridad. Llama tres veces pero no hay respuesta. Kemper aprovecha para advertir a su entrevistador que no sirve de nada ponerse nervioso. Agrega, haciendo una mueca, que nadie contestará a la llamada al menos en un cuarto de hora: “y si de repente me vuelvo majareta, vaya problema que tendrías, ¿verdad? Podría desenroscarte la cabeza y ponerla encima de la mesa para darle la bienvenida al guardia”.

Douglas contesta que esto volvería aún más difícil su estancia en la cárcel. Kemper responde que tratar así a un agente del FBI provocaría un enorme respeto entre los demás reclusos. “No creerás que he venido aquí sin medios de defensa”, dice el agente del FBI. “Sabes tan bien como yo que los visitantes no pueden llevar armas”, responde Kemper entre risas.

Finalmente el guardia aparece. Al salir de la sala de entrevistas, Kemper le dirige un guiño y, poniéndole el brazo sobre el hombro, sonríe: “Ya sabes que sólo bromeaba, ¿no?”.



“Es como una droga que me empuja a querer cada vez más. Vencer a la muerte. Ellas están muertas y yo estoy vivo. Es una victoria personal” (Ed Kemper).



viernes, 18 de febrero de 2011

LA PROFECÍA AUTOCUMPLIDA




La profecía autocumplida o profecía que se cumple a sí misma, fue un concepto acuñado por el sociólogo norteamericano Robert K. Merton, hacia la mitad del siglo pasado. Habla del valor que poseen las expectativas que tenemos sobre algo o alguien y de cómo tendemos a confirmarlas, consciente o inconscientemente, generalmente esto segundo, con nuestras acciones. Es decir, cómo lo que yo pienso, creo o espero de mí mismo y de los demás se materializa en hechos reales, en resultados tangibles que son coherentes con mis creencias y pensamientos sobre esa situación o esa persona o sobre mí mismo.

Por ejemplo, puede que desee encontrar una pareja inteligente, sensible, buena persona y trabajadora pero que yo crea que no merezco una persona así, es muy probable que no la encuentre, no porque no la merezca en realidad sino porque yo misma voy a tender a confirmar esa idea. Puede que sin darme cuenta siempre me relacione con patanes o que mis actividades estén relacionadas con otro tipo de personas que no son lo que me gustaría. Entonces mi pensamiento de “no merezco este tipo de hombre” se refuerza más y más y a la vez ese pensamiento sigue reforzando mis acciones coherentes con él.

En el ámbito educativo, dónde más se ha estudiado este efecto, la profecía autocumplida se denominó Efecto Pigmalión: cuando un profesor cree que un alumno no es válido, no sirve para tal o cual actividad o no aprobará, o bien tiene la idea contraria de que es estupendo, inteligente y trabajador y que aprobará con buenas notas, esas expectativas ya están influyendo poderosamente para que la situación se produzca. Algunos estudios realizados sobre este efecto, demostraron, que aquellos estudiantes sobre los que sus profersores pensaban que obtendrían buenos resultados, tendían a obtenerlos con mayores probabilidades. Al contrario sucedía lo mismo: sobre aquellos estudiantes en los que no confiaban o tenían malas expectativas tendían a rendir menos.

En terapia, se produce el mismo efecto. En este contexto se ha denominado Efecto Vanderbilt. Hablamos de lo mismo, es decir, lo que el profesional espera del paciente, puede influir con fuerza en su evolución.

Y a un nivel más cotidiano, el que más o el que menos hemos experimentado o sentido de manera más o menos consciente cómo las expectativas de nuestros padres nos han influido, en nuestras decisiones y en nuestros actos, casi de forma automática. Elegir carrera, amigos, actividades, carácter....

En torno a este concepto surge una reflexión. La importancia de que aprendamos a ser conscientes de la influencia que podemos estar ejerciendo sobre los demás con nuestras creencias. Según este efecto, sería fundamental para todos los profesionales que trabajan directamente con personas (psicólogos, médicos, educadores, profesores, etc, etc...) para padres y en general para la convivencia con los demás. Porque sin darnos cuenta podríamos estar ayudando mucho o entorpeciendo a otras personas. Igualmente sería fundamental revisar las creencias que tenemos acerca de nosotros mismos para ayudarnos y no entorpecernos.

Es un descubrimiento cuanto menos curioso... ¿Hasta qué punto creéis que tiene relevancia en la vida la profecía autocumplida? ¿Qué os parece?

domingo, 28 de noviembre de 2010

IGUALDAD Y DIVERSIDAD




Hola a todos, mientras esperamos a que nuestras super opositoras pasen su examen y podamos retomar con más fuerza el blog os dejo dos pequeños parrafos que me han llamado especialmente la atención y que se encuentran en el libro que han elaborado las profesoras de la UNED de la asignatura Igualdad y Diversidad en Educación

 
“En cierta enciclopedia china está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas. En el asombro de esta taxonomía, lo que se ve de golpe, lo que se nos muestra como encanto exótico de otro pensamiento, es el límite del nuestro: la imposibilidad de pensar esto” (Focault, M.; Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas)



“el sistema no formal sufre las consecuencias de las políticas sociales asistencialistas. El asistencialismo contribuye en gran medida a la reproducción del statu quo. Lleva impicita una noción de pobreza que dirige la atención únicamente a las necesidades materiales, e interviene básicamente para paliar estas necesidades actuando como “red de contención” de los grupos vulnerables. La consecuencia es la creación de sujetos dependientes no autónomos: ciudadanía asistida”. (Diversidad e Igualdad en Educación. VV AA Editorial UNED)