lunes, 31 de diciembre de 2012

TRANSITANDO: CIERRE Y COMIENZO


Transitamos hacia un nuevo año. Hoy me doy cuenta de que durante toda mi vida desde que tengo más o menos conciencia digamos “adulta” de ello, me he esforzado por vivir el fin de año como “un día más sin importancia”, como simplemente tiempo que pasa, como un día que da paso a otro sin más, como todos los días dan paso a otros días nuevos. Y, no dejando de ser verdad este pensamiento, en el día de hoy me doy cuenta de que mi visión y sobre todo mi manera de sentirlo ahora, aquí, este año, en este momento, es diferente. Y eso es bueno. Hoy es 31 de diciembre. Son más o menos las 8 de la mañana. Y aquí estoy, tomando conciencia de sentimientos que llevan interiorizándose en mi desde hace tiempo, creo. Y hoy, no es un día cualquiera para mi, es el final de un año, de una época, es un cierre. Un cierre que además siento que tengo que hacer de manera consciente. Un cierre que me sabe a liberación, a mucha liberación y que sin darme cuenta, llevo preparando desde hace semanas y semanas. Ahora se integra todo en mi conciencia.

Mi abuelo murió a principios de noviembre y justo por esos días, no sé si su marcha lo motivó o quizá ya se había gestado de alguna manera en mí, pero por esos días, empecé a sentir una fuerte necesidad de deshacerme de muchas cosas materiales. Por esos días repasé todo mi armario y me desprendí de ropas, zapatos y bolsos que llevaban años vegentando ahí sin ningún uso y sobre todo sin ningún sentido. Repasé uno por uno cada objeto de mi habitación y tiré a la basura muchos de ellos que ya no quería tener. Tiré apuntes de un montón de cursos insustanciales. Tiré todos mis apuntes de mi año de Biología. Regalé libros que ya no necesitaba. Y luego, durante las semanas siguientes, continué haciendo así con toda la casa. Limpiando, tirando, desprendiéndome. Lo maravilloso para mi ha sido la sensación de absoluta liberación que he ido sintiendo. Con cada limpieza sentía que me descargaba, no sólo de lo material en sí, sino de los vínculos absurdos que desarrollamos con las cosas, sentía que me librara de las ataduras del “y si me hace falta, y si lo necesito más adelante” o “me da pena tirarlo, fue un regalo de Pepito...”. Sentía que de alguna manera, esos esquemas mentales se estaban cayendo y que daban paso a una experiencia fabulosa como de poder vivir sin necesitar y de que la vida es un ir tomando y soltando de manera libre y liberada sin quedarse demasiado anclado a nada innecesario e insustancial, tranformándose continuamente y renovándose.

Luego comencé a sentir esa misma sensación con el dinero y empecé a darme cuenta que cuando me lo gastaba lo hacía con una alegría liberadora, como sabiendo en el fondo que no es necesario acumular, como sintiendo cierta fluidez y mucha confianza en que el dinero sale y entra de la vida y lo importante es dejar que se mueva... Este punto no es fácil de explicar pero es más o menos como lo cuento.

Y un día, decidí cortarme el pelo, me lo corté un poco... Luego me lo corté un poco más. Y dos semanas después aún más (tranquilas chicas, de momento he parado, más que nada porque ya no me queda mucho donde cortar....jajaja).

Y me he ido separando también de libros y apuntes de una oposición que cada vez siento que tiene menos cabida en mi vida... (aunque esto sigue en proceso...).

Y el caso es que estos últimos días del año y en especial hoy, me doy cuenta de que he ido realizando como una pequeña-gran catarsis en mí. Que todos estos actos de “limpieza” en lo material son expresiones de una renovación interna, una especie de derrumbe de viejos paradigmas mentales y emocionales que tienen que ver con el estancamiento, el anclarse y el apego innecesario y viciado. Que tienen que ver con el quedarse sujeto y sujeto y sujeto a todo lo que equivocadamente sentimos que nos da seguridad: objetos, hacer siempre lo mismo, pensar siempre lo mismo... Yo he sentido como un empujón intenso y rotundo, de una forma casi literal, he sentido como si, en el fondo, no pudiera hacer nada más que liberar y abandonar y separarme y despegarme... También siento que he liberado muchas otras cosas de las que no soy muy consciente y que no puedo expresar con palabras, pero que sé que se han transformado. Así que para mi el día hoy es especial, es un día de cierre, de culminación de un proceso interior y de comienzo de otros procesos nuevos. Así me lo tomo. No es casualidad que esté escribiendo esto, en el día de hoy. En este mismo momento en que escribo, me doy cuenta de que toda esta “parrafada”, me ha ayudado a ser más consciente de todo lo que he transformado y que de alguna manera necesitaba ponerlo en palabras para terminar de liberarlo. Muchas gracias por existir Blog y muchas gracias por existir chicas, compañeras de blog y de vida. Os quiero. Nos vemos en el nuevo año, con vida renovada.

Me gustaría dejaros como regalo un poema que me apasionó desde el primer momento que lo leí y que ya he compartido con vosotras alguna vez, pero quiero volver a hacerlo hoy. De Pedro Salinas.


Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.

Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
Yo te quiero, soy yo”.


domingo, 21 de octubre de 2012

TRASFORMANDONOS

Hace más de dos años que empezamos este blog. Lo hicimos como una forma de lograr que nuestras largas charlas sobre psicología, acompañadas de hamburguesas, patatas, cocacolas, sundaes de chocolate ... perdurasen en el tiempo. Creo que era uno de los mejores momentos de la semana. Poder compartir con vosotras reflexiones, dudas, teorías ... ampliar ideas, corregir otras. Me sentía viva y feliz, puede sonar cursi pero es que así era y además hoy es de esos días que recuerdas con añoranza y eso hace que las palabras suenen más cursis todavía. El caso es que hoy Miri, estas allí en Tarragona, adaptándote a una nueva vida y un nuevo trabajo, siempre acompañada de lluvias torrenciales, sintiendo la añoranza de tu vida y tu gente, pero contenta por ver el mar y tenerlo todo a mano, y tu, Vir, en Madrid luchando por encontrar tu lugar, intentando dar coherencia al caos, toreando las nauseas que nos recuerdan lo que NO queremos ser, ni vivir y yo en Murcia, convenciéndome de que el clima es genial, esforzándome por hacer las cosas como creo que deben hacerse y toreando la soledad como puedo y nose, os echo de menos, mucho.

Creo que si hoy estuviésemos juntas os diría lo siguiente:

Siempre he creído, que si quería ser una buena psicóloga o más bien una psicóloga con moral,  tenía que estudiar mucho. Dominar dos corrientes, al menos, y conocer otras tantas. Leer mucho y saber aplicar la teoría a la práctica. Ahora, resulta que leo y leo y leo y solo pienso "no me sirve" "no me sirve" "no me sirve". La realidad que veo cada día en la prisión no la se afrontar con lo que he leído o estudiado, pero lo más curioso de todo es que a la vez siento que se afrontarla sin echar mano de nada de lo que se. Es extraño. Por un lado siento que el sufrimiento que viven los internos no se puede apaciguar con nada que yo pueda decirles y eso me hace sentir mucha mucha impotencia. Pienso ¿pero para qué sirve un psicólogo? ¿pero que hago yo ahí? cada cosa que digo suena tan ridícula, poco apropiada. Pero a la vez siento que realmente no necesitan que diga nada, ni que suelte la frase de turno que aprendí en tal libro o tal curso. Solo necesitan saber que hay alguien que les escucha. Es como si al oírles les trasmitieses "existes" "mereces" "eres importante" y sólo eso importa y lo demás sólo me sirvió para el expediente. Por un lado me asusta, por otro me calma y sobre todo me sorprende.

Quería compartir con vosotras algo que escribió un interno el otro día q para mí, en el momento que estoy, fue muy importante:

"yo creo que a una persona que ha tenido tantos problemas en la vida, ya es absurdo castigarlo, creo que será hora de ayudarlo, ya que si el castigo no funciona será por algo, no digo que todos seamos iguales, sólo digo que hay personas que sólo han conocido el lado oscuro y habría que enseñarles que hay un mundo de luz, pero no con asambleas ni normas dictativas, sino buscando el problema de cada individuo e intentar implicarse personalmente en la vida y problemas que les ha llevado a ser como son, porque yo no elegí ser así (...)" 

Parece tan evidente ... tan sencillo ... pero no lo es, cada vez me doy más cuenta

He pensado que ahora que estamos separadas, mas que nunca podríamos revivir el blog y usarlo no como forma de que perduren los encuentros, sino como forma de encuentro entre las 3 y quien quiera sumarse

os quiero mucho y os echo de menos

viernes, 9 de marzo de 2012

EL NIÑO SIN NOMBRE

5 de marzo de 1973, Daly City, California. Estoy retrasado, tengo que acabar de fregar los platos a tiempo, si no, no hay desayuno; y como anoche no cené, he de comer algo. Mamá corre por la casa chillando a mis hermanos. Oigo sus pasos pesados por el pasillo dirigiéndose hacia la cocina. Vuelvo a meter las manos en el agua hirviendo de enjuagar. Demasiado tarde. Me coge con las manos fuera del agua.


¡Plaf! Mamá me pega en la cara y me tira al suelo. Sé que no debo quedarme de pie y aguantar el golpe. He aprendido, a base de cometer errores, que lo considera un desafío, lo que significa más golpes o, peor aún, quedarme sin comer. Recupero mi postura anterior y evito su mirada mientras me grita al oído.

Actúo con timidez, asintiendo a sus amenazas. “Por favor, -me digo-, déjame comer. Vuelve a pegarme, pero tengo que comer.” Otra bofetada hace que me golpee la cabeza contra el mostrador de azulejos. Lágrimas de falsa derrota me corren por la mejilla mientras sale de manera precipitada de la cocina aparentemente satisfecha consigo misma. Después de contar sus pasos para asegurarme de que se había ido, dejo escapar un suspiro de alivio. Mi actuación ha dado resultado. Mamá puede pegarme todo lo que quiera, pero no he dejado que me arrebate mi voluntad de sobrevivir.

El niño sin nombre (Dave Pelzer)



Os dejamos un fragmento del libro El niño sin nombre en el que David Pelzer narra los abusos y malos tratos sufridos por parte de su madre entre los 6 y los 12 años. Es impactante por la dureza de las descripciones además de mostrarnos la superación y la lucha por la supervivencia que puede llegar a tener una persona.

Ocho de cada 100 niños españoles sufre algún tipo de abuso, según el Centro Reina Sofía para el estudio de la Violencia. Cada año se denuncian en Estados Unidos más de 3 millones de casos de maltrato infantil. Estamos ante una problemática compleja y de dimensiones sobrecogedoras.

Sólo cabe preguntarse ¿Por qué? ¿Cuál es el origen? ¿Se puede detener?

Cada acto de maltrato infantil se proyecta hacia el futuro. Cuando se hace daño a un niño, todos padecemos las consecuencias.

lunes, 23 de enero de 2012

EL VALLE DEL OLVIDO

El valle del olvido

En el valle del olvido viven las almas perdidas,

conviven unas con otras sin saber que lo son ni porque lo son. Más que vivir dejan pasar el tiempo, o eso creen ellas, pero viven allí aún que ellas no quieran.

Las almas perdidas no son felices, son desdichadas y si les preguntas algunas que contarán muchas historias que te pondrán muy triste. las almas perdidas no quieren vivir en el valle del olvido, algunas se van y nunca vuelven, otras se van pero acaban volviendo. Cuando una selva las demás se ponen contentas y no quieren que vuelva.

Las que se quedan sueñan con el día que se puedan marchar; se pasan el día entero pensando en la vida fuera del valle y eso les hace que no estén allí.

En el valle del olvido no existe el tiempo, aunque las almas perdidas se empeñan en contarlo. Algunas envejecen incluso mueren contándolo.

Las almas perdidas se sienten muy solas y que vivan juntas las hace sentirse más solas aun. Intentan que el tiempo pase rápido y pasan los días haciendo cosas sin parar, y no por ser emprendedoras, es que no pueden estar ociosas, porque estar ociosas acrecienta su soledad.

En el valle del olvido viven también castigadores de almas perdidas, los hay que gozan castigando, pero también hay castigadores buenos, como almas perdidas buenas y malas y otras que quieren ser castigadores de almas perdidas, pero así piensan porque no quieren ser por más tiempo almas perdidas.

Se reúnen en grupos de almas perdidas buenas y malas, pero en algunas ocasiones se reúnen unas con otras y para ellas resulta más fácil ser alma perdida mala que buena.

Las almas perdidas consideran lo malo que hay en el mundo; sienten odio, tristeza, envidia y rencor y eso las hace duras. También se llevan mal unas con otras y también son muy distintas aunque tengan mucho en común. Una son bajas, otras altas, gordas o flacas, débiles o fuertes y cualquier diferencia crea problemas y ahí perjuicios como el color de la piel, la raza por la religión o porque no piensan igual.

En el valle del olvido viven las almas perdidas, conviven sin saber que lo son y por qué lo son, más que vivir dejan pasar el tiempo por eso creen ellas, pero a veces, como esta noche, me voy dando cuenta de que soy un alma perdida y que llevó tiempo viviendo en el valle del olvido y no quiero llamarlo por su nombre.

Un día de cárcel son 10 años de vida

Con mucho cariño te expresó estos sentimientos y esta historia. Espero salir algún día del valle del olvido y dejar de ser un alma perdida. Ese día será como volver a nacer y esta vez espero cambiar.

Dani